Cómo ya hemos adelantado, se trata de un trastorno «relativamente poco frecuente», de entre el mínimo porcentaje de personas que queman bosques aproximadamente un 3% padecen piromanía en sentido estricto, el 97% restante son personas que provocan el fuego deliberadamente o debido a imprudencias.
La piromanía es un trastorno de control de los impulsos, otros trastornos de ese tipo son la ludopatía y la cleptomanía. La sintomatología esencial de estas personas es producir incendios de forma deliberada y consciente en más de una ocasión sufriendo una importante tensión y activación emocional antes del incendio con una gran liberación e intenso placer o alivio al encender el fuego, presenciarlo o al participar en sus consecuencias.
Su afición enfermiza suele iniciarse en la juventud, con mayor frecuencia son hombres y especialmente son personas introvertidas, que destacan poco o nada por habilidades socialmente atractivas. Suelen ser personas solitarias, grises, que no llaman la atención.
Muchos de los pirómanos expresan su atracción por el fuego participando en programas de prevención, de forma voluntaria. Unos pocos llegan a trabajar en cuerpos de bomberos, pero lo más habitual es que se trate de «espontáneos» dispuestos a echar una mano siempre que un fuego estalla en sus cercanías. Otros, son visitantes asiduos de los museos sobre fuego y de los parques de bomberos.
¿Como inician el fuego?Según los expertos, lo hacen habitualmente de una forma poco organizada o apresurada y, con frecuencia, también promueven falsas alarmas.
En el momento de iniciar el fuego, según declaran las propias personas que sufren este trastorno, se encuentran en un estado de «conciencia alterado, como de trance», aunque los psicólogos matizan que «son conscientes de lo que hacen y no dan importancia a los daños personales o materiales que puedan causar».
Muchos se mantienen en las cercanías del fuego e incluso participan en las tareas de extinción o de búsqueda del culpable y cuando son detenidos se muestran colaboradores y, rápidamente, admiten sus hechos, aunque no sienten remordimiento o culpa por ello, en muchas ocasiones incluso se entregan.
Es importante señalar que no buscan móviles económicos en sus fuegos, sino simplemente satisfacer su morboso apetito de incendios y de las situaciones relacionadas. El verano es una época perfecta para dichos maníacos, pues resulta fácil, por las condiciones climáticas, extender grandes áreas de fuego a partir de pequeñas hogueras.
El pirómano no debe ser confundido con el incendiario que es aquella persona que intencionalmente decide quemar una parcela de terreno u objetos con ánimo de lucro o simplemente por hacer daño.Esperemos que el fuego de tregua a nuestros montes lo que queda de verano…
Hasta la próxima semana!!!