Sabemos que todas las emociones son necesarias, clasificarlas en positivas y negativas puede resultar limitante y hace que veamos algunas de ellas con ciertas reservas o temor.
Nadie quiere que le sucedan cosas negativas, no nos gusta pasarlo mal. En nuestro Centro entendemos que con el Mindfulness ampliamos miras, abrimos el foco y nos consta que es imprescindible reconocer todo nuestro estado emocional como una amplia variedad de estados necesarios para crecer como seres humanos.
Hay emociones más complicadas de manejar, como la tristeza, la ira o el miedo, principalmente porque no nos resultan agradables, y sobre todo porque NADIE nos ha enseñado a manejarlas. Nuestra reacción es resistirnos, rebelarnos, y después de las idas y venidas acabamos con ese desagradable “batiburrillo” que tiene como ingredientes principales la culpa o el miedo.
Por eso, en nuestro Centro trabajamos con el Mindfulness como herramienta para OBSERVAR y ACEPTAR. Además, sabemos que cada emoción nos trae un mensaje importante. Nos da información sobre cómo me estoy relacionando con el entorno y conmigo mismo. Si somos capaces de recibir el mensaje y dejarla marchar la emoción igual que ha llegado se irá. A veces llueve y parece que nunca dejará de hacerlo, pero siempre sale después el sol, así que pararse a observar la lluvia nos permitirá disfrutar después de un maravilloso arcoíris.
El Minfulness nos enseña a vivir despiertos y tomar decisiones de forma consciente. Nos enseña a aceptar y fluir. Nos enseña a observar esos juicios que emitimos sin darnos cuenta y dejarlos ir. Nos enseña que el momento presente es el que vale y que hay que vivir cada pequeña cosa, cada pequeño instante como único e irrepetible.
En nuestro centro estamos convencidos de que lo primero es conocerse, reconocer qué me ocurre y porqué me ocurre, sin juzgar. Sólo entendiendo qué me ocurre podremos disfrutar de nuestras vidas.